sábado, 31 de enero de 2015

Se sabe que se perdió algo importante, en este puntual y preciso no es material, es vida; la vida que ella se llevó consigo, esa que no era mía sino de ella.
Ella la de los ojos donde me reflejaba cada día como diamante en bruto, donde era tan joven que no me daría cuenta que me iban a hacer sentir la persona más incompleta, la del cabello de seda inmenso como el nudo en la garganta que cada vez es más grande en mi, igual y a cada uno de sus lunares en su mejilla y en su respingada nariz, esos que adornaban como broche bañado en oro su perfecta y curva sonrisa, esa tímida y algo insegura sonrisa, la misma que vio en mi lo que nadie vio y nadie vera de nuevo, la que es única en ella.
Quisiera besarle desde sus fríos pies hasta el último rincón de su cuerpo que protege con cautela, ese que un día vi y contemple como la más elaborada y dedicada obra; pero no más que su alma, esa de niña que cautiva a cualquier costal de huesos y carne, la misma que encaja con la mía a la perfección, es casi mágico, aunque no creo en la magia pero si en el manantial de vida de esas dos perlas café debajo de sus cejas, esas que jamás me verán de la misma manera en que ellos sabían mirar, se perdieron.